No, este post no habla del grupo musical Russian Red, altamente recomendable por otra parte. Esta entrada está dedicada a las gafas, pero no a las de sol, sino a las de ver. Hace un tiempo, la noticia de que te pusieran gafas era poco menos que una tragedia semejante a la de llevar aparato. Te podían llamar cuatro ojos, rompetechos y no sé cuántos motes más.
Sin embargo, de nuevo las modas ponen el mundo del revés y últimamente las gafas son tendencia. Este complemento, necesario por otra parte, se contempla como parte de nuestra imagen y por lo tanto comenzamos a prestar más atención a su diseño y apariencia.
Pero empieza a haber gente a la que se le va de las manos. Dejando a un lado la legión de gafapastas y nerds nacidos en el seno de las lentes, paso directamente a contaros que el otro día, concretamente haciendo cola para entrar a un museo, había una asiática que únicamente llevaba una montura de gafas, sin cristales.
Al tener en cuenta que los asiáticos son una etnia altamente desarrollada y que nos sacan años de ventaja, intenté fijarme bien por si eran unos cristales ultra-mega-antireflectantes, pero no, se rascó un ojo pasando su dedo nipón a través del inexistente cristal. Puedo entender que alguien tenga unas ganas incontrolables de ponerse gafas, porque le quedan estupendamente bien, porque le dan un toque interesante o por cualquier otro motivo, y que decidan usarlas aún con una mínima graduación pero, ¿seriáis capaces de llevar unas gafas sin cristal? B.